Declarada Monumento Histórico-Artístico, la Ermita de Nuestra Señora de Belén de Liétor tiene planta rectangular muy simple, con arcos de diafragma y cubierta de madera.
Pero su principal interés reside en el gran ciclo pictórico que adorna todos sus rincones con unas muy peculiares pinturas populares, realizadas entre 1734 y 1735.
Todo está pintado: retablos, cortinas, arquitecturas ilusorias… en una línea ingenua y colorista dentro de la mejor estética popular. Estilísticamente, estos murales están llenos de encantadores arcaismos e imperfecciones, pero es quizá eso lo que le confiere un notable interés. Aquí desfilan santos, santas, escenas, decoración, hasta la alegoría de la muerte, acompañados en ocasiones de sentencias y versos ejemplificadores… el conjunto ofrece una gran variedad iconográfica. Cabe destacar el Camarín, donde ingenuamente se supone que existe una cúpula sostenida por los cuatro evangelistas y rematada por el Espíritu Santo.
El frente repite una gran variedad de columnas salomónicas acabadas en altura por una supuesta balaustrada, donde se sientan unos ángeles instrumentistas. Los tres paños del espacio lo ocupan, entre las citadas columnas, una Visitación, La Sagrada Familia y la Inmaculada. Especialmente hermosa por su simplicidad es la primera de las escenas.
Otros muchos retablos pintados llenan el espacio interno de la ermita, de los que destacamos el de San Antonio y el de Santa Bárbara.